miércoles, 10 de abril de 2013

Mi Débil Cuerpo De Cera


Si está tan oculto es porque no debe mostrarse. Yo, mientras lo busco, me pierdo en alguna de sus dimensiones, en la que no está presente pero sobre la que se proyecta. En esta dimensión, es tan inasible su esencia que puedo ver su reflejo durante instantes y verlo desaparecer antes de que pueda escribirlo. O bien puedo verlo meterse en esos cuerpos que caminan, y mirarme a través de sus ojos y jugar conmigo: así se dispara mi incertidumbre y es imposible descifrar por lo opaco de sus miradas. Pero también en esta dimensión, a medida que me hago mayor, aparecen más y más cosas que difractan esta única dimensión que conozco en muchas otras. Son cosas como el tiempo, que hace que se eleven más las palmeras o que se estilicen sus troncos hasta engordarlos arriba por donde crecen sus nuevas generaciones. Es el tiempo y es el jardinero con sus razones, que yo desconozco. Pero igual que no sé de la vida del que tala palmeras, tampoco sé del fontanero que sabe qué camino recorren mis heces y cómo las guía hasta la tierra, ni tampoco del que las recoge y hace de ellas alimento para los que serán los más bellos vegetales. En sus vidas ya me pierdo, en sus conocimientos, y no son más, aunque mucho, que una imprenta translúcida de lo que verdaderamente busco. A veces trazo paralelas perspectivas creyendo que en la original matemática está el brillo de dios, pero quizás en ella no haya más que las respuestas y los embrollos del hombre, todo junto. Aunque aplico mi lógica, en parte mala, en parte basada en el conocimiento de los libros, aunque quiero saber y aprender, el fuego de la verdad quema demasiado para que lo pueda resistir mi débil cuerpo de cera.

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