Pienso que son extrañas la rectitud con la que caminamos a
veces todavía en la nube del sueño, las palabras exactas o las miradas de
láser que queman un punto. Ladramos poco y teatralizamos en el sexo,
escondiéndolo todavía más. No lo rescato, sólo lo examino desde la extrañeza.
Lo que es tan antiguo queda más que sepultado; sus vestigios o esbozos son como
las partes vacías que rellena nuestro cerebro para conseguir el todo. Si
quisiera tenerlo, supongo que tendría que inventarlo.
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