Estás
tan lejos que hasta te puedo tocar con los dedos carnosos de la mano de mi
brazo mutilado. Eres tan sencilla que comprendes mejor que nadie mis rarezas
más complejas, las que nadie ha entendido y por las que me encerré
voluntariamente en este psiquiátrico de paredes de palabras, de fuentes
húmedas, de cosquillas. Pero tengo que seguir tomándome las pastillas que me
matan el hígado, para seguir despierto en el mundo absurdo que nos contiene,
porque dormido no se construyen edificios que se mantengan de pie. Sigo
afilando más las flechas de mis expresiones, tanto como para entrar en los
sueños y cambiarlos, como para tocar la genética y modificarla; tanto quisiera,
claro, para protegerme de este miedo que te enamora. No puedo quererte tanto
porque no debería hacerte tanto daño, aunque como tú eres yo, quizás acabe
matándote de amor. Yo no encuentro significados ni sentidos ciertos, porque si
los hallo me doy cuenta de lo diablo que puedo ser, asesino de esperanzas y
destructor de mi propia constructora. Yo, despierto, construyo un estable
camino aparente desde la quietud de mis piernas sepultadas bajo el cemento y el
asfalto. Y he cuidado tanto cómo decirlo, que hasta las palabras han tomado
vida y me han devuelto, por su propia voluntad, un poco de cariño.
(Acaba
la escena)
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