miércoles, 12 de diciembre de 2012

Espiando Al Vecino


Me puede dar pena verlo tan así, cubierto de chaquetas de diferentes colores y texturas, sentado frente al fuego y oliendo a leña quemada y días sin ducha, fumando dos cigarros diferentes al mismo tiempo, solitario, nadie, ahora recostando la nuca sobre el respaldo del sillón verde antiguo y estropeado, ahora con los ojos abiertos mirando al frente fijamente sin prestar atención a nada. Me puede dar pena y puedo verlo hecho un harapo, preguntándose quizás si va con hache o sin ella esa palabra que nadie utiliza ya, o pensando en cosas que no se sostienen de pie o hablando a solas con un enemigo inexistente que le plantea las diferencias entre ellos. Lo puedo ver temiendo a su propia sombra y a las extrañas, mirando de soslayo con desconfianza, en el paro, loco y sin saber qué hacer, o frotando una piedra irregular entre las manos esperando a darle una forma esférica como si de plastilina se tratara. Puedo verlo oliéndose en la barba la esencia de las últimas cosas que pasaron por su boca, lamiéndose el bigote y temiendo por su vida. Y lo veo moviendo los dedos de los pies al compás de una música triste y de madrugada, en una burbuja de silencio frío, hurgándose la nariz, rascándose el muslo por detrás, sintiendo que con todo eso está estimulándose y alargando su vida. Y lo he visto hablando en la calle con algunas personas: la mujer joven tardó segundos en ignorarlo, después de mirar desde el suelo a sus ojos e intentar descifrar lo que le decía; la mujer anciana arrugó más su rostro, apretó los labios hacia dentro y también las comisuras y las mejillas, subió las hombros para expresar con todo esto su duda, y miró al suelo. Casi veinte minutos lo soportó algún amigo, similar a él, vestido con prendas dispares, gafas oscuras y barba larga. Pero es posible que el otro estuviera más pendiente de su propia locura que de la de su amigo, porque aquél se frotaba la cara con una mano y miraba a todos sitios preocupado, menos a su contertulio. Podría darme pena, claro está, por lo estrambótico de su persona, por ser antisocial, solitario, raro, pero podría admirarlo por vivir al margen, en su propio margen, ausente de toda obligación desagradable, libre de toda moda y atadura impuestas, tranquilo y relajado, quién sabe si inteligente pero lector y escritor, dedicándole tiempo a sus propios demonios interiores y no dejándolos apartados y sueltos, manteniendo a poca gente cerca pero sin estar rodeado y solo al mismo tiempo, impulsando la pregunta y la reflexión en el resto, dueño de sí mismo y pudiendo descansar del incesable pensamiento...

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