Rebuscando entre los papeles de
mi agenda roja, esperando encontrar cualquier sorpresa en aquella selección de
informaciones olvidadas, encontré un panfleto de un concierto: El diecisiete de
noviembre, Shu Band-A, toca en Valencia. Me alegró saber que todavía quedaban
unos días por delante hasta la fecha, y que una sorpresa así significaba que
tenía que buscar la posibilidad de asistir. Cuando vi que cobraban a treinta y
ocho euros la entrada, pensé que sólo iban a ir al concierto los pipas de Shu.
Así que eché el panfleto al fuego de la chimenea. Al despertar, repasando los
restos de la noche anterior, vi que el panfleto estaba encima del sillón. Se me
olvidó quemarlo, pensé. Esa misma noche lo volví a echar a la chimenea. Al
despertar al día después, analizando los restos de la noche anterior, volví a
ver el panfleto sobre el sillón. Vaya, me dije, he soñado que quemaba el papel
este. Lo corté en pedazos con el mismo cuchillo con el que me pelé una manzana
para desayunar. Pero en el desayuno del día siguiente, encontré el panfleto
encima de la mesa de mármol de la cocina, cerca de los cubiertos. Pensando ya
que esto era obra del mismo diablo, decidí ir al concierto, que caía sábado por
la noche. Fui, y el concierto dio pena.
En ocasiones el diablo nos tiende trampas para obsesionarnos con algo, y pensamos que el destino y el futuro de la humanidad depende de nuestra decisión... Pero no, no es así...
ResponderEliminarEstoy de acuerdo. Pero cada una de las personas que habitan el mundo es en gran parte dueña y señora del destino y del transcurrir de su propia vida
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