Cada vez que creo más en mí, el
círculo exterior se estrecha simultáneamente: tú no me entiendes, él me odia y
a aquel le resulto indiferente. La verdad existe, pero no quiero atraparla, como
tampoco quiero hacerla más fácil. Pero lo más triste, después de encontrar algo
similar a la luz de la verdad en lo más alto, es que, yo mismo, que hace
minutos creía en mí, soy capaz de marearme y transformar cada giro de pensamiento
en una náusea. Pero el mismo yo que me está ahogando con un pie en la
nuca estando mi cuerpo en el suelo, es el mismo que me está diciendo: ¡Eres increíble!
¡Ves. Estás aprendiendo!
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