Fluimos entre los vapores
emanados del campo, de sus flores, de sus plantas, de sus árboles, naturales
como las hadas o los duendes, tan de mentira como nosotros mismos, espectros de
luz en cuerpos torpes, y nos relacionamos entre nosotros sin percibir la fuerza
ni los colores. Estamos Todos juntos en el mismo sitio desconocido, milagroso,
oculto, fluimos por los estímulos que no vemos: una realidad aparte. No se ve
porque no podemos, pero hay ojos en todos los poros porque podemos: quietos,
estando quietos, y sobre todo queriendo. El bloqueo es la ignorancia de no
querer, lo enseñado por los ignorantes, que no saben más porque no pueden o no
quieren. Somos caminantes erráticos en las sendas de los que dicen ser
poderosos, cuando el poder está en cada uno de nosotros. Somos dioses
ignorantes, tesoros en bruto sin limpiar de escoria, magia sin truco, luz
sin sombra. Por el fenómeno de la resonancia nos conectamos a la ascensión,
vibramos alto, y el que mueve primero, quizás el resto, parecemos quietos. Es
grande ser sonido, respirar con la luna y las estrellas al mismo tiempo, animar
a los árboles o verlo al completo con la vista del pájaro. No les deseo menos
que brillen conmigo y a mi lado, porque ellos no quieren menos, porque su
propio bien es el mío. El fundamento no se escribe, deja el cerebro férreo, sin
interpretación, sin juicio, unido a una fuente indescriptible autoalimentada,
inconsciente de sí misma por necesidad...
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