Mi
deuda debe de ser tremenda para con mis padres y con la gente que me quiere y
me ha dado. Y es más tremenda puesto que no he devuelto mucho o nada. Me dicen
ellos que me han dado porque han querido, pero en un mundo en el que no se da y
en el que existen muchos más que ellos, tengo que pensar en sus regalos como
algo real, como algo demasiado grande y especial, aunque nuestras donaciones
sean siempre metafísicas.
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