Todo se ha quedado en nada: no hay narices rojas de bola, ni
risas, ni sueños; los sueños se han quedado en conversación, en palabras que se
ha llevado el viento, en sensaciones que no intenté escribir. No ha habido
abrazos porque se me ha olvidado cómo hacerlos. No hay invitaciones, ni cafés
charlando, ni humanos. No hay superación, ni detalles, ni locuras; todo lo que
hay es falso, forzado o silencio. No hay voces rasgadas, ni jaleos, ni
esperanzas. Y el arte, aunque no sé si existió, tampoco está de mi lado.
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