Ya no sé si soplo o aspiro, me
ahogo. Ya no sé si soy el hacker o si estoy en peligro. Y es que veo en la
misma pared, en el mismo museo, los espacios y la obra recta de Kandinsky y,
debajo, la cálida voluptuosidad del grafiti. Ahora, palabra que siempre me
acompaña, puedo sentirme estando mañana más seguro, o bien puedo sorprenderme (expresión
que me acompaña desde hace ya mucho tiempo) diciéndole a Pau que no me gustan
los quicos porque se hacen una bola que cuesta tragar, aunque sí unos pocos, e
imagino que fáciles de descender con mucha cerveza, y lo digo y me siento
convencido. Aunque siempre me sucede el giro de tuerca, un rápido nuevo
sentido, que tira al suelo lo que he dicho: tengo que regalar lo que me
escribió Alejandro, que tiene que ver mucho con esa atracción repelente, que
decía “Lo que das te lo das. Lo que quitas te lo quitas”. Empiezo a creer, y
con fuerza, que el ying y el yang forman siempre una sola pieza.
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