domingo, 4 de agosto de 2013

Tristemente Enamorados


El rumor del pueblo, las campanas de la muerte, los niños que me hacen más viejo y mi jodida enfermedad. No recibo lo que espero porque encuentro más de lo que existe: sueño y me miento. Soy buena persona y quizás no deba más que ser en tantos momentos. Espero porque quiero, porque necesito, porque siento. Y el amor rojo se convierte en bilis negra si no lo expulso; y quizás mañana alguien lo entienda. El delirio por la soledad, yo lo huelo, amigo, y me apiado, pero lucho (por ambos): apagando la tele, regalando mi alma a cualquiera que pasa y me pregunta, saliendo a caminar, llorando el miedo, sufriendo, tan mejor que no hacer nada. Se trata de aceptar que estamos muriendo, pero que hasta el último de los dí­as quedan caminatas por carreteras oscuras, caminar de chanclas y pies femeninos, cervezas y canciones, aprendizajes, cenas, filosofía, vida a fin de cuentas. La vida es un camino hacia la muerte, pero podemos vivir muertos o equivocarnos y vivir medio despiertos, medio felices y algunos dí­as, espero que pocos, tristemente enamorados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario