Escrito en el aire está lo que
no deseo ver, dios contra mí mismo, la verdad contra mi pequeñez. Jamás gano
yo, y ¿por qué? No puedo probarte ni tampoco tú a mi; aunque es lo de siempre:
yo anhelando lo de los demás: mi envidia. Y así me pasan los años y cada vez estoy
más cercano a la muerte, viendo mis riquezas repartidas entre los otros. ¿Cómo
se acepta eso? Yo no soy él ni quiero serlo, sólo soy un errático más, un
pecador con ganas de darlo, de hacerlo ver. Me moriré y no podré entregarlo.
Soy uno más... Me enfado con todas las conexiones, con todas las cohesiones,
con la entalpía del universo y de todos los cerebros que me ordenan la vida.
¡Que me dejen soñar! ¡Que me dejen ganarme el titulo de proscrito! Contigo no
puedo enfadarme, madeja de hilo negro, niña de carbón, hija de mayo, porque tú
me retienes tirante frente a la muerte, porque me despiertas y enciendes.
Aunque como siempre sólo soy yo el que disfruta con la mentira...
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