Que se vaya tanta gente importante, o que se los lleven, me preocupa. Entiendo su amor por la belleza igual al mío...y ¿por qué debería ser yo más puro? Tampoco nos llevarán por una piedra o un desequilibrio, sino por la suma de montañas o un gran desorden, o eso quiero creer, porque al final he creído más en esto que al principio: mis expectativas fueron quizás ninguna. Debería admitir la multitud de sabores, incluso los que nos transportan. También los brillos, hasta los Inteligentes. Qué decir de los sobreesfuerzos que han hecho que se yergan bastos imperios dedicados a lo desconocido. Por lo que ha subido tanto como por lo que se ha adentrado hasta lo inimaginable. La explosión controlada y el fuego lento al que se cocina el cocido maragato. O los fractales del brocoli, la paciencia y la genética que produce tal o cual vegetal (y dios en ellos), el graznido de la rapaz, el automatismo del bosque. Las dudas perennes del hombre y los filósofos perdidos en busca de sentidos, los suyos propios, o los grandes autores que hacen más grande todo. Sí, no se puede tener miedo a morir cuando he aspirado cada jugo hasta que me lo he permitido, que si alguien potente me preguntara alguna vez: creo que seguiría hasta caer disuelto por mis propios ácidos...el sentimiento contrario es fruto de lo de fuera y del cansancio...
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