Me equivoqué tanto que nunca antes me
había parado a reconocerlo; y hoy, con todo el tiempo de por medio, me he
atrevido a contarlo. Me equivoqué tanto que me lancé despedido de allí a otra
calle, de esa otra a otra; de esa ciudad a otra y a otra, y nunca me atreví a
volver. Pensé mucho en mis errores y sólo en los míos, de eso no tuve ninguna
vergüenza. Es extraño mi mundo, impugnitivo, aunque no menos extraño que el de
otros. Caí preso de lo absurdo de una pasión, y hoy me arrepiento viéndolo
desde lejos. Y mantengo otras no menos dañinas y absurdas. Dejé de ser yo, con
mi propia razón perversa, mi seriedad, mis palabras finas como dagas, mi
artesanía. Lo veo desde lejos y temo y pienso en ellos viéndome como un pirado,
ardiente visionario de diamantes en el barro. Y aunque me hace más humano
desearía no haberme equivocado, dejando tantos huecos, tantos flecos, tanto
silencio. Como tantas otras veces, salí perdiendo, tengo dudas de si aprendí
algo, y ahora veo a mis contrarios viajando, juntos, sonriendo, como los ve
siempre el solitario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario